8.2.14

Sombras de vestidos caídos

Disfrutaba de cada segundo que la noche le permitía vivir. Le gustaba tomar cafeína para ser dueña de sus sueños, un pequeño asunto con Morfeo que tenía sin resolver.
Marian bailaba con música para sordos a lo largo de la azotea del edificio en que vivía, le gustaba sentirse libre y el aire frío ayudaba a recordarle lo viva que estaba. La oscuridad era su mejor aliado para ocultarse de todos aquellos a los que tenía miedo de ver y enamorarse pues ya había pasado por eso y sabía que implicaba dolor y compartir sonrisas con alguien que al final no las merecería.

No, Marian hacía tiempo que había terminado con ese capítulo de su vida. Nunca más quería ser una primera persona del plural, había renunciado a eso y en su lugar era simplemente Marian, la chica que subía a bailar a la azotea desde la que él siempre la observaba, temeroso de que nunca pudiera decirle lo mucho que le gustaban sus lunares y de que en su azotea había sitio para bailar más de uno bajo la oscuridad, sin necesidad de palabras, música o sonrisas, sólo ellos, una tercera persona del plural que observaría el único amigo en común que tenían, la oscuridad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario